sábado, 15 de septiembre de 2007

LA DUDOSA

Hace mucho tiempo le decían que era auténtica. Pero ya no se siente así. Perdió el rumbo. No sabe si del todo. No cree. En realidad, le parece que todavía no hizo clic, no reaccionó. No sabe qué carajo quiere hacer de su vida. Escribir. ¿Si?. No. No se siente motivada. Quiere agarrársela con todo el mundo. Echarles la culpa. Y que sea verdad que ellos tienen la culpa. Y se le apelotona el estómago cuando piensa así.
Para descargarse algunas veces canta. Y se mira al espejo mientras lo hace. Intenta moverse un poco para ponerle un poco de onda y sentirse linda. Se ve linda.
Muchos dicen que la adolescencia es la peor etapa, porque uno se tiene que acomodar a cosas totalmente nuevas como relacionarse aún más con los chicos; te cambia el cuerpo porque ya no sos una nena pero la ropa de las más grandes te queda muy mal, etc. Pero ella no piensa así. Desde que terminó el secundario el año pasado está convencida que esta es la edad más jodida. “¿O será que ahora lo puedo hacer conciente, y antes me jodía igual cualquier edad?”, se pregunta. No sabe. Duda. Todo el tiempo duda.
De vez en cuando se siente como en una miniserie de esas americanas, las “sitcoms”, en las que el protagonista está en la búsqueda de algo y todo lo que le pasa se convierte en una señal. Como el lunes, cuando salía de la facultad: estaba esperando el colectivo y en un momento miró para arriba y vio una estrella fugaz. “Tengo que pedir un deseo”, dijo. “Quiero ser feliz. Quiero enamorarme.”
No lo podía creer. Ella rechaza tajantemente esos sentimentalismos de novela de las tres de la tarde. Se fastidia cuando oye hablar a las mujeres que “están esperando el instante mágico de encuentro con un hombre” Piensa que hay cosas más importantes. Como intentar no vivir en una burbuja. Pero otras veces duda si todo eso no es un escudo, una careta. Como verán todos, duda.
Dijo Aldo Rico: “La duda es la jactancia de los intelectuales” Cuando escuchó esta frase se prometió no dudar más, pero fue peor, se convirtió en una obsesión. A la semana, en una clase de la facultad, escuchó “la obsesividad es la condición esencial de un analista, del que investiga”. Se llenó de orgullo. “Pero sigue siendo algo malo que sea obsesiva ¿no?”, se preguntó. La eterna duda. Un incansable ida y vuelta. Ni una sola decisión.
Pero volviendo a la estrella fugaz de aquél día, pensó que a lo mejor sí le gustaría estar con alguien. Quizás, es aún mejor vivir como las mujeres que hablan de la “magia del amor”.
Unos días después en el trabajo, estaba sentada almorzando y le subió una vaquita de San Antonio por la mano izquierda. “¡Pedí un deseo, boluda!”, le gritaron. Hizo caso y dijo de vuelta “Quiero ser feliz. Quiero enamorarme”. Qué boluda se sintió realmente. ¿De quién se iba a enamorar? ¿O de qué? Si por lo menos amara a su carrera…”¿Qué hago? ¿Me cambio de carrera? Ay, no sé”

Loly

4 comentarios:

Anónimo dijo...

La primera señal positiva de este blog es por ejemplo descubrir estas cosas. Doli que bien que escribis, original y bien escrito. Un placer.

Anónimo dijo...

Me da la sensación que conozco a la protagonísta del relato, es cierto que escribe muy bien, aunque a veces dude tanto... jaja
Tito.-

Anónimo dijo...

"El que nada duda, nada sabe."
Proverbio griego

"El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona."
Aristóteles

Por lo visto, no está tan mal que dudes tanto, Doli... aunque ¿será cierto?

Anónimo dijo...

Muy buenos aportes Nadia!!!
Me hace quedar muy bien parada, eso se agradece.
¿Todos piensan que soy yo la del relato? Si supieran...
JA