sábado, 17 de noviembre de 2007

"Living is the best thing worth dying for"


Salí de una sesión contundente con la psicóloga.

Camino una cuadra por Rivadavia a la altura de Yatay y veo a un tipo con un carro que lleva una remera roja con letras negras. Está sentado mirando a la calle con el carro lleno de cartones, bolsas, papeles y otras cosas que no llego a identificar. Cuando paso por al lado lo miro mejor y descubro esta frase, pero en inglés: "Vivir es la mejor cosa por la que vale la pena morir"

Hubiera pensado que lo contrató Susana, mi psicóloga, para que lo viera al salir. Para que la terapia que hago hace cuatro años (me costó escribir este dato) cristalizara en algo. No sé lo que uno hace en terapia al final. Les juro que no lo sé. No es una pose. Hay alguien que sabe tanto de uno y tan poco. Ese alguien que casi ni habla y que yo ni miro. Miro al techo durante las sesiones. A un cuadro, mejor dicho. Desde la segunda sesión supe que no quería hablar cara a cara. "Me sentiría presionada", pensé en aquél momento.

Pero volviendo a la frase del comienzo: no hay terapia que te enseñe a vivir. Pero te hace ver esa frase. Y que esa frase tenga un sentido. ¿Uno no vivirá percibiendo todo el tiempo cosas que lo impulsan o motivan a vivir? Inconcientemente digo, ¿pasará eso?

Subo al subte. No entiendo si la mujer que habla está delirando o qué. Se para al lado de cada asiento (hubiera una persona sentada o no) y habla, habla, habla... No le entiendo. Ahora sí: "A los 13 años tuve tres veces (¡¿tres veces?!) meningitis. Me quedaron secuelas. No veo bien (una mancha roja le rodea el ojo derecho). No puedo leer una revista, ni el diario, ni un libro, señores. Soy una discapacitada. Perdí a mis padres. No tengo hermanos. Estoy sola (nadie la mira)" Mientras habla, mueve permanentemente e idénticamente el papel que la confirma como discapacitada. Su campera negra es muy grande para su talle y toca los hombros de las personas sentadas al pasar.

Llegamos a Primera Junta y la mujer sigue caminando y recitando. No paró de hablar en ningún momento ni pidió una moneda. Todo el vagón la esquivó para poder bajarse y salir de la estación (me incluyo). La mujer se calló (la espié unos segundos después de haberme bajado), pero siguió caminando como un zombie entre los asientos. Sus manos continuaron moviendo el papel.


¿Es vivir la mejor cosa por la que vale la pena morir?



Doli

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No me animo a decir las cosas por las que vale la pena morir, pero se que hay algunas.
Tu relato loly es la muestra clara de la indefirencia con la que los seres humanos pasamos la vida, sólo mirando nuestro ombligo.
Muy bueno
Tito.-

Anónimo dijo...

Es una pregunta muy difícil la que hacés al final del texto. Espero vivir lo suficiente para poder responderla.

Anónimo dijo...

Si, es terrible, los pobres o los chicos aspirando ya son un poste mas de nuestro hermoso paisaje callejero. Estamos tan acostumbrados que hasta se naturaliza y se toma como algo normal. La verdad que es muy triste.