jueves, 25 de octubre de 2007

27 DE OCTUBRE DEL 2004


“Vienen Los Doors”, me dijo entusiasmado un amigo por teléfono. “Uhh buenísimo dale, sacá las entradas”. El recital en cuestión era en Vélez, pero las entradas más baratas eran las populares a 30 pesos; después el campo eran todas sillas y salía de 100 pesos para arriba. "Bueno, se verá bien", suponíamos esperanzados, no entendíamos el hecho de que no hubiera campo disponible, pero igual fuimos entusiasmados.
“Es cualquiera”, “Vienen a robar”, “Sin Morrison no existen”, solía escuchar de boca de quienes evidentemente no amaban a esa banda. Mi contestación era muy clara: Los Doors eran un grupo, todos componían, todos se destacaban como músicos, aparte Jim no tocaba instrumentos, quiere decir que yo voy a ver a los que tocaban la música que tanto me gusta. Obvio que Morrison significaba casi todo, pero en su momento eran un grupo no Jim + 3. Su figura se sobredimensionó y se inmortalizó después de su muerte. En vida formaba parte de un grupo y nada más y eso quedó demostrado cuando no los invitaron a tocar al Woodstock. Y bueno, sí, iba a ver a Los Doors sin Morrison, es lo que hay. Mejor eso antes que nada.
Finalmente el día llegó. Cuando nos ubicamos en la popular no podíamos creerlo sentíamos que nos habían estafado, ¡no se veía nada! Parecía que estábamos a tres cuadras, mientras Pettinato amenizaba la espera con su saxo, lo único que veíamos era un puntito diminuto, nos frustramos debo decir, y la sensación era que todos los que estábamos en ese rincón (porque era un rincón o más bien un gallinero), nos sentíamos unos salames. Al lado nuestro había una platea y después había otro rinconcito como el nuestro.
Cuando se apagaron las luces, comenzó a sonar el Carmina Burana, esa música que incita tanto a la violencia. Todos los que estaban en las dos populares, comenzaron a movilizarse como llamados por algo, en ambos lugares rompieron los alambrados y se mandaron al campo hordas y hordas de desesperados salvajes invadiendo todo, como aquellas luchas de la película Corazón Valiente. Tiraron todas las sillas, tomaron el poder, era como una revolución de los pobres contra los ricos, desde mi lugar veía como levantaban las sillas como un símbolo de “Conquistamos esta tierra”. Yo miré a mí amigo y nos dijimos “¿Por qué no?”, así que bajamos a meternos en el hueco del alambrado. Mientras intentábamos pasar empezaron a tocar Roadhouse Blues y todo estalló, lo único que yo pensaba era: “Desde donde esté Jim debe estar sonriendo”, ya que es eso lo que él pregonaba, lo que él quería, el caos, la rebeldía, la impostura, el desafío a las autoridades. Desde un lejano país del fin del mundo le estaban haciendo el mejor homenaje.
Una vez en el campo, llegamos hasta lo más adelante posible. Estábamos pegados al escenario, no lo podíamos creer, ahí estaban ellos: Ray Manzarek, Robby Krieger y el cantante de The Cult, Ian Astbury. En un momento, miré al cielo y había un eclipse lunar, una luna llena pintada de rojo furioso, enorme, tan grande que parecía que iba a caer sobre mi cabeza. Mientras sonaba Riders on the Storm pensé: “Año 2004, bajo un eclipse lunar y viendo a Los Doors, ¡es un flash!" Podía ver bien la cara de emoción de los músicos, que después de estar tocando semiolvidados en bares y pubs, nunca soñaron con encontrarse con tanta gente efusiva y apasionada. Quedaron tan impactados que editaron un DVD con ese recital. Una vez que todo terminó, mientras esperábamos que se fuera la gente en el medio de un ambiente muy caldeado, nos sentamos en una de las pocas sillas que quedaban en pie y nos encontramos con el Ruso Verea y le dijimos: “Ruso, faltó que tocaran The End”, y nos contestó: "Mejor vámonos antes de que nos llegue el The End a nosotros".
Gastón

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sin duda fue de las mejores experiencias musicales que viví en mi vida. Ver "When the music over" y "People strange" en vivo fue casi un delirio mísitico, todavía me acuerdo y se me pone la piel de gallina.
Aparte como bien dice Gato ese recital tuvo unas vibras especiales, la barabrie del principio, coincido en homenaje a Jimbo, y el eclipese de luna fue todo como un gran viaje de acido al pasado.

Anónimo dijo...

Una de las cosas que me arrepiento en mi vida: haberme perdido semejante recital :(
No tengo ninguna duda, que el señor Morrison estaba danzando, disfrutando de la horda de salvajes poseídos por el eclipse que se estaban rebelando abajo... y cómo para no hacerlo, con Roadhouse blues, yo también rompo todo al grito de "Freedom!"