lunes, 24 de marzo de 2008

SIEMPRE FUI MENOS QUE MI REPUTACIÓN


El otro día estaba leyendo el Blog llamado “Quiero un novio” de la periodista de Clarín Lorena Bassani. La nota que leí comentaba una de sus frustradas vivencias amorosas mientras escuchaba “La hija del fletero” un tema de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Luego de leer ese post me percaté que hacía bastante tiempo que no escuchaba esa canción, lo que impulsó a que desempolvara “Lobo suelto cordero atado” que es el disco en el que se encuentra.
Lo que puedo decir acerca de esa letra es que tiene frases realmente antológicas.
A continuación les dejo la columna de la amiga Lorena y por supuesto la letra de la canción.
Gastón


La hija del fletero
(Beilinson - Solari)

La hija del fletero, linda infinita
volvió a Madrid, donde parece que es feliz
ese día me mandó al descenso
recuerdo como su mirada me volteó.

Pero dos que se quieren se dicen cualquier cosa
Ay! si pudieras recordar sin rencor.

En mi buzón hay un par de cartas tuyas
fueron juntándose, y no tengo el valor...
Todavía su amor me da descargas
(nunca tuvo el higo seco junto a mí).

Pero a los ciegos no le gustan los sordos
y un corazón no se endurece porque sí.

No calentás la misma cama por dos noches
me reclamaba y no la quise oír
hice de todo por impresionarla
y dejé huérfano todo su penar.

No me gustó como nos despedimos
daban sus labios rocío y no bebí.
Sopa de almejas es todo lo que como
(siempre fui menos que mi reputación)



Hice de todo por impresionarlo

Estoy escuchando "La hija del fletero" de los Redondos y no puedo dejar de mover los piecitos. Ese tema es buenísimo. Como siempre, tampoco puedo parar de pensar.


Creo que las mujeres somos capaces de cualquier cosa por un hombre. No descubro nada nuevo. Que somos capaces de hacer cosas buenas y cosas malas también. Que todo depende de la calidad de la madera con la que hayamos nacido. Creo que podemos convertirnos en corazones hermosos tallados para decorar un living o en lanzas con puntas filosas capaces de matar al indio -al susodicho- por la espalda. Por mi parte, cuando me enamoro soy fatal. Soy una de esas locas sueltas que entienden que hay que jugarse por lo que sienten. Siempre con las instrucciones del juego a mano y en la mano. Porque en Barracas, como digo siempre, hay códigos. Códigos sagrados. O sea, para repasarlo. Cuando no va, mujeres, no va. Suelten al Fulano.


Esa vez que me enamoré, hace años, lo hice como una imbécil al cuadrado. Y mi coraje cruzó barreras insoportables. Fui una incansable, una representante activa de la buena gente, que vaya a saber bien por qué, terminó con una lanza clavada en su enorme corazón. Sangrando. Esa vez pasó lo irremediable. La imagen de la desdicha fue tan cinematográfica como patética. Porque, amigos, desconozco mi habilidad para lograrlo, pero casi nunca esquivo al patetismo. El patetismo me manda mails todo los días, me da charlas, consejos, seminarios. Me quiere ahí, con él, tatuada como el escudo de Independiente en algún brazo. ¿No les pasa? ¿Por qué será? Yo siento que en ciertos momentos, las personas enamoradas devenimos en patéticas por default. O quizás, generalizar está tan mal. Quizás sólo sea mi caso.


Esa noche terminé como se suponía que iba a terminar. Terminé mal con él. Y después de terminar mal con él, yo terminé acostada en el banco de una plaza del microcentro, vestida como para ir a un casamiento, pintarrajeada como una puerta, llorando como una marrana gay. Además de terminar con él, terminé odiándome por no poder encontrar mi zapato de taco izquierdo y con un hambre atroz revolviéndome las tripas, revolviéndome el cerebro. Porque además de terminar con él, terminé con una obligación polifuncional encima: hacía lo imposible para poder respirar, trataba de hablar con una amiga por mi celular sin batería y quería sonreírle a un señor de CLIBA que buscaba socorrerme del suicidio invitándome a tomar dos traguitos "aunque sea" de una cervecita.


Todo esto, al grito de: "¿Qué pasó? ¿Qué le hice? ¿Qué no entendió?", rodeada de cuatro homeless, dos perros negros y tres testigos que andaban sueltos. Así que se suponía, según mi círculo de amigos, que la historia iba a terminar de esa forma. Malísimamente mal. Yo casi medio destruida y el hombre, como si nada, sin saberlo, sin registrarlo. "Pero a los ciegos no le gustan los sordos", dice la canción y algo tendrá que ver con nosotros. La sorda era yo, obvio. El ciego, el otro. "No me gustó como nos despedimos", me dicen ahora. Y no. No me gustó. Fue de todo, menos justo.


Lorena Bassani
http://weblogs.clarin.com/quiero-un-novio/archives/2008/02/

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Gato: la verdad que coincido con Bassani en que el amor raya lo patético muchas veces. Aunque peor me parece su idea de buscar un novio como si se consiguieran por clasificados. Eso demuestra que las mujeres somos capaces de las cosas más absurdas por los hombres.

Anónimo dijo...

Uno de los tres temas ue más me gustan de los redondos, de la nota no opino ñlas discuiones de género no son lo mio, o ya no lo son ja.
saludos

Anónimo dijo...

Muy buena la letra Gato y muy pero muy bueno el relato de Lorena. Más allá de las opiniones acerca de lo que cuenta, creo que hombres y mujeres hacen cualquier cosa por amor. Hay que recordar, porque creo que se bastardea mucho, que el amor no es sólo el de pareja sino que hay muchos más. Por eso digo que va más allá de hombres y mujeres. O sea, del sexo.

Anónimo dijo...

El tema es excelente (uno de mis preferidos)y creo que Lorena logró aprovecharlo muy bien para contar lo duro que es una separación ¿quién no sintió lo mismo que irse al descenso en ese tipo de situaciones?
Además, demuestra cuán penosos podemos llegar a ser cuando uno quiere a otro. Me siento muy identificada aunque ahora lo sea en menor medida, espero…