EL MURO INFERNAL...

Las paredes o los muros son construcciones que sirven para dividir, fragmentar o simplemente ocultar algo, que no se quiere o no se puede mostrar. Así, la mayoría de las casas, los departamentos o las oficinas, son divididas por paredes que las “parten” en distintos ambientes.
Pero en la historia de la humanidad los muros han servido no sólo para dividir viviendas, sino también para dividir ciudades. Son conocidas por todos las imágenes de las películas épicas holliwoodenses, donde aparecen ciudades de la edad media, fuertemente aseguradas con grandes murallones, que las hacían impenetrables para sus enemigos. Si hasta la guerra más famosa (e improbable) de la historia, se basa en como un ejercito quiere arrasar una ciudad enemiga, que parece inexpugnable por la protección de sus irrompibles muros.
Claro que la modernidad y “sus adelantos” le han impregnado otra función a las paredes, ya no sólo sirven para dividir casas o ciudades, sino que el hombre ahora las usa para dividir barrios, comunas, municipios y hasta clases sociales. Los ejemplos son grandes y no hace falta enumerarlos para que al lector memorioso, recuerde muros famosos que han cumplido la función de convertir en ghettos privados al espacio público.
Para no ser menos y no perder esa costumbre tan arraigada a la idiosincrasia argentina de importar las ¿soluciones? ajenas para resolver los problemas propios, el intendente del partido de San Isidro Gustavo Posse ha decidido levantar un muro que divida el barrio más exclusivo de su municipio, La Horqueta, con un humilde barrio de la comuna vecina, San Fernando, llamado Villa Jardín. La excusa es la de siempre en esta alocada y sicótica cotidianidad en la que estamos inmersos: “el flagelo de la inseguridad”.
Pero qué connotaciones simbólicas tiene un muro, para prevenir la inseguridad, entre un barrio rico y ostentoso y uno pobre y humilde. La respuesta parece simple, el pobre es un delincuente que amenaza la propiedad privada del rico, es por ello que el Estado debe protegerlo (al rico) y someter al pobre a un encierro voluntario dentro de su propio barrio: juzgándolo de antemano, estigmatizándolo por su condición social, en síntesis, criminalizando su pobreza y declarándolo culpable hasta que se demuestre lo contrario. Interesante forma de combatir la violencia, la inseguridad y la conflictividad social tiene cierta clase dirigente de nuestro país, ¿sera que en el futuro las paredes que nos dividen serán tan grandes y próximas, que ya no nos dejen caminar, mirarnos, escucharnos, tocarnos y respirar? ¿O es que el futuro ya llegó?

Tito.-